Rosa Gallardo, directora de ETSIAM: “La revolución digital en el campo no es un escenario opcional”

Rosa Gallardo (Córdoba, 1968) dice que siempre le gustó la ciencia y también “buscar soluciones a problemas a través de la física o las matemáticas”. La directora de la Escuela Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes de la Universidad de Córdoba confiesa que cuando empezó a estudiar la titulación no lo tenía muy claro, pero se fue formando y “me apasioné cuando empecé a conocer a lo que se dedicaban los profesionales”.

–La Escuela Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes es la capataz de honor este año de la Cata del Vino Montilla-Moriles, ¿qué representa para usted como directora del centro?

–Ser embajadores de unos vinos que tanto significan para esta tierra, en lo económico, lo social y lo cultural y también en la historia representa un honor. Los vinos de Montilla-Moriles son un lujo y un emblema de la agricultura en Córdoba. Por tanto, poder representar esos vinos y lo que significa la tierra y su gente es un honor y una responsabilidad también.

–Dice que estos vinos son un “emblema”, pero ¿no cree que necesitan una mayor promoción?

–Tenemos un producto magnífico en todos los sentidos, pero queda mucho por hacer en cuanto a la promoción y la comunicación y abrir más mercados para que el vino pueda llegar a muchos más sitios. No obstante, el Consejo Regulador está haciendo una labor magnífica, pero queda mucho por hacer y es responsabilidad de todos. Hay que apoyar al Consejo Regulador para que esa labor de promoción y de impulso a los vinos Montilla-Moriles en todo el mundo tenga mejores resultados. Para ello están la Universidad, las empresas y las instituciones cordobesas para que, entre todos, seamos capaces de posicionar los vinos de Montilla-Moriles en el lugar que le corresponde. Estoy convencida de que es un producto que no tiene nada que envidiar a otros vinos.

–Hace apenas una década el número de hectáreas dedicada a estos vinos en la provincia era de 20.000 y ahora ha bajado a las 5.500. ¿Hay riesgo de que se siga en descenso?

–Ha habido una etapa de arranque de viñedos muy peligrosa. Creo que han confluido muchos factores, no sólo económicos, sino también de sustitución de unos cultivos por otros que en ese momento tenían una mayor presencia o atractivo para los agricultores. Se han dado problemas de sanidad y enfermedades, pero tocamos fondo. Creo que hemos sido capaces de frenar el arranque de viñedos y, a partir de ahora, lo que queda es crecer. Se empiezan a ver nuevas plantaciones y que la tendencia es creciente. Pero queda mucho por hacer en cuanto a la mejora de la competitividad económica y la sostenibilidad ambiental, aunque se están dando los pasos en la dirección correcta y creo que la tendencia es ahora buena. La década del arranque del viñedo fue muy peligrosa porque estuvo a punto de poner en riesgo la sostenibilidad de un sector importantísimo para Córdoba.

“HEMOS SIDO CAPACES DE FRENAR EL ARRANQUE DE VIÑEDOS Y, A PARTIR DE AHORA, LO QUE QUEDA ES CRECER”

-El agroalimentario es uno de los sectores más importantes para la economía cordobesa, ¿en qué momento se encuentra?

–Es un sector con mucho potencial, pero no sólo el primario, sino todo lo que significa la cadena: la producción primaria con la transformación o la agroindustria, con toda la red de cooperativas que está presente en la provincia. Durante los años de crisis fue un sector que fue capaz de tirar de la economía cordobesa, se ha comportado perfectamente para poder compensar los déficits que eran evidentes en otros sectores y, ahora está en una época de consolidación de algunos sectores y de crecimiento de otros. Por ejemplo, el sector del aceite de oliva es magnífico, el regadío también e, incluso el vitivinícola. Si hay un sector que creo que está pasando por una situación más complicada es el de los cereales porque se está produciendo mucha sustitución de cereal por olivar y por cultivos permanentes como el almendro. La situación del sector es magnífica y no tenemos por qué ser pesimistas.

–¿Ha llegado la innovación ya al sector agrario?

–El campo cordobés ha sabido apostar por la innovación de forma clara y eso le da una posición competitiva, tanto económica como ambientalmente en relación a otra agricultura fuera de Córdoba. Eso se ha hecho por la alianza con las instituciones que nos dedicamos a la investigación y la innovación en Córdoba; creo que esa es la clave: el trabajo en común que siempre se ha hecho entre el sector y el ecosistema de innovación.

–Y esa innovación en el campo a la que alude, ¿cómo se traduce, como se aplica realmente?

–No es un cambio de la noche a la mañana, sino que debe ser progresivo y hay que trabajar muchos sentidos. El principal campo de trabajo que tenemos es la formación de los que integramos este entramado, desde el agricultor a los profesionales que tienen que acompañarle en la transformación digital. No podemos convertir al agricultor, ni creo que sea necesario ni conveniente, en un experto en digitalización. No es eso. Lo que hay que hacer es ayudar al agricultor a tomar las mejores decisiones basadas en la información que proporcionan las nuevas tecnologías digitales. Hay que reducir la barrera del conocimiento, que las empresas que están trabajando en tecnologías en el ámbito del sector agrario y agraolimentario reduzcan la barrera de conocimiento para que los agricultores puedan adoptar esas metodologías de forma fácil y tomar las decisiones más adecuadas en sus explotaciones y también acompañar de los profesionales que necesita este cambio. Como cualquier revolución, esto nos afecta a todos. Nosotros hemos tenido que adaptarnos a esta situación y estamos formando el nuevo profesional agrario o agroforestal.

“HAY QUE AYUDAR AL AGRICULTOR A TOMAR LAS MEJORES DECISIONES BASADAS EN LA INFORMACIÓN QUE PROPORCIONAN LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DIGITALES”

–¿Cómo va a repercutir esta transformación en el agricultor?

–No se trata de sustituir al agricultor, ni mucho menos. Se trata de ayudar al agricultor a tomar las mejores decisiones. El agricultor debe adaptar la forma de trabajar y de tomar decisiones para que en lugar de hacerlo intuitivamente, en base a mirar al cielo o ver qué le pueden decir unos u otros, que tenga datos que de verdad soporten la decisión que debe tomar.

–¿Y esos datos de dónde se obtienen?

–De muchas formas, pero también podemos conseguirlo con sensores próximos. Las explotaciones que están entrando en esta revolución digital están sensorizadas. Hay sensores en suelo o en vuelo que controlan la humedad del suelo o la situación que tiene el cultivo para indicar al agricultor las necesidades que hay de agua, los productos fitosanitarios o de fertilización. Es decir, qué necesita el cultivo exactamente. No hay que olvidar que tenemos un problema ambiental importantísimo. Lo que trata la agricultura de precisión es aportar exactamente lo que necesita y nada más para evitar que el agricultor incurra en gastos innecesarios para evitar agredir al medio ambiente en una situación tan crítica en la que estamos. Por tanto, los beneficios de esta transformación digital son dobles. Por un lado, el agricultor consigue una mayor rentabilidad porque estamos reduciendo costes y, por otro, tiene un beneficio ambiental porque estamos siendo mucho más eficientes en el uso de unos recursos cada vez más escasos, como el agua y respetando también el medio ambiente.

–¿El agricultor es reacio a aplicar toda esta tecnología o no?

–Creo que cada vez es más consciente. Por todos lados están llegando señales de que esta es una revolución que no es una opción para el agricultor. Ya no es un escenario opcional, sino que es una necesidad y una realidad. El agricultor es consciente porque cada vez está viendo que es posible y ve que no está solo. Hay muchas empresas y profesionales que van a acompañarle en este proceso y, además, es bueno para él. Con sentido común, esta revolución va a ser beneficiosa para todos. Hay que adaptarse a los cambios y nosotros, por ejemplo, hemos implantado el máster en Transformación digital de la mano de las empresas que están protagonizando la revolución digital para formar exactamente el profesional que ellas necesitan.

–Es decir, que quien se no se sume a esto se va a quedar fuera

–Entiendo que sí y que es imprescindible. No hay razones para quedarse fuera. Los beneficios son claros. Y el cambio es posible y asumible.

–La adquisición de esta tecnologías, ¿es asumible para el agricultor o no?

–Ya no. Hace unos años eran unas tecnologías que eran difícilmente asumibles por parte de un determinado sector, pero ahora lo económico no es una barrera. Sí que es verdad que esta barrera puede reducirse para permitir que muchos agricultores se adapten, pero también hay distintos grados de incorporación y hay que hacerlo con sentido común. El grado de incorporación a esta transformación, que cada agricultor quiera hacer, es posible porque la tecnología está y económicamente puede ser asumible.

–¿Qué papel ha jugado la Escuela de Agrónomos en los últimos 50 años en Córdoba?

–La Escuela ha tenido siempre una relación especial con su ciudad y su provincia. La Escuela nace de los agricultores de Córdoba y con otras instituciones que nos ayudaron a crecer. El Ifapa nos acogió inicialmente cuando no teníamos las instalaciones finalizadas y, además, no hay empresa agraria a la que mires que no haya tenido una relación con la Escuela; el cariño del sector empresarial hacia Agrónomos es enorme y viceversa. No nos limitamos a la producción primaria, sino que abordamos la aplicación de la tecnología a toda la cadena alimentaria, desde la producción hasta el consumidor y el comercio exterior. Abordamos también toda la realidad de los territorios rurales. El desarrollo rural también es un campo de actuación importante para los ingenieros agrónomos y de montes. Nuestra relación y el vínculo con toda la provincia es importante.

–Alude al desarrollo rural cuando esta parte de España se ha manifestado recientemente para subrayar su importancia y también dar a conocer sus necesidades. ¿Qué se puede hacer para revertir esta situación?

–Me gusta reivindicar siempre la función territorial que tienen la agricultura y los espacios forestales, ya que son capaces de fijar la población en territorios que lo necesitan. Son un elemento fundamental para luchar contra la despoblación, aunque eso no significa que solo con la agricultura se consiga frenar el despoblamiento. Hace falta también un acompañamiento en otras dimensiones. Para luchar contra el despoblamiento hay que ofrecer a la población que vaya a vivir en el medio rural el mantenimiento de las infraestructuras y los equipamientos a un nivel que les permita tener una calidad de vida razonable. Hay que ofrecerles escuelas, centros de salud, espacios de ocio, servicios de transportes públicos… Se han dado pasos importantes y, en Andalucía es claro el impacto que han tenido las políticas de desarrollo rural de los últimos años. Pero hay una España vaciada y hay un problema de todo tipo, territorial, económico, social y ambiental importantísimo. Hay que trabajar todos juntos y, entre todos, debemos intentar mantener a la población que hay en las zonas rurales y que no haya más pérdida, mientras que en las que ya se ha llegado al límite, hay que intentar revertir la situación para atraer a nuevos habitantes. Creo que la tecnología va a ayudar y es un magnífico aliado. Por ejemplo, con el teletrabajo. No me gusta mirar al medio rural como un medio atrasado, complicado o al que haya que ir a vivir cuando no queda otra opción, todo lo contrario. Me gusta hablar del medio rural como principal elección para buscar una calidad de vida que, a lo mejor, no puedes encontrar en los medios urbanos.

“LA AGRICULTURA Y LOS ESPACIOS FORESTALES SON CAPACES DE FIJAR LA POBLACIÓN EN TERRITORIOS QUE LO NECESITAN”

–Tras la celebración de su primer medio siglo de vida a lo largo del año pasado, ¿qué le queda ahora por hacer a la Escuela de Agrónomos?

–La celebración del 50 aniversario es el comienzo de los nuevos 50 años de la Escuela. Unos 50 años que veo muy optimistas porque nos toca liderar e impulsar una revolución importante para el sector. Volvemos a ser, no sólo la Escuela, sino también todos los organismos de investigación, muy necesarios para acompañar al sector agrario en una etapa de cambios importantísimos. En estos momentos estamos formando a unos profesionales para dar respuestas a los retos más importantes que tiene la sociedad: desde la alimentación a una población que crece de manera exponencial, con unos recursos cada vez más escasos, con un cambio climático, con el problema del despoblamiento, y la escasez de agua. Así que para dar respuesta a todos estos problemas están los ingenieros agrónomos, los de monte, que son profesionales muy versátiles y que abordan un abanico profesional enorme, pero centrado en estos temas cruciales para la sociedad. Por tanto, no estamos hablando de profesiones obsoletas, sino con mucho futuro porque son necesarias para la sociedad y porque tenemos unas tasas de empleabilidad altísimos y el desempleo es mínimo.

Diario de Córdoba

Rosa Gallardo, directora de ETSIAM: “La revolución digital en el campo no es un escenario opcional”

Rosa Gallardo (Córdoba, 1968) dice que siempre le gustó la ciencia y también “buscar soluciones a problemas a través de la física o las matemáticas”. La directora de la Escuela Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes de la Universidad de Córdoba confiesa que cuando empezó a estudiar la titulación no lo tenía muy claro, pero se fue formando y “me apasioné cuando empecé a conocer a lo que se dedicaban los profesionales”.

–La Escuela Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes es la capataz de honor este año de la Cata del Vino Montilla-Moriles, ¿qué representa para usted como directora del centro?

–Ser embajadores de unos vinos que tanto significan para esta tierra, en lo económico, lo social y lo cultural y también en la historia representa un honor. Los vinos de Montilla-Moriles son un lujo y un emblema de la agricultura en Córdoba. Por tanto, poder representar esos vinos y lo que significa la tierra y su gente es un honor y una responsabilidad también.

–Dice que estos vinos son un “emblema”, pero ¿no cree que necesitan una mayor promoción?

–Tenemos un producto magnífico en todos los sentidos, pero queda mucho por hacer en cuanto a la promoción y la comunicación y abrir más mercados para que el vino pueda llegar a muchos más sitios. No obstante, el Consejo Regulador está haciendo una labor magnífica, pero queda mucho por hacer y es responsabilidad de todos. Hay que apoyar al Consejo Regulador para que esa labor de promoción y de impulso a los vinos Montilla-Moriles en todo el mundo tenga mejores resultados. Para ello están la Universidad, las empresas y las instituciones cordobesas para que, entre todos, seamos capaces de posicionar los vinos de Montilla-Moriles en el lugar que le corresponde. Estoy convencida de que es un producto que no tiene nada que envidiar a otros vinos.

–Hace apenas una década el número de hectáreas dedicada a estos vinos en la provincia era de 20.000 y ahora ha bajado a las 5.500. ¿Hay riesgo de que se siga en descenso?

–Ha habido una etapa de arranque de viñedos muy peligrosa. Creo que han confluido muchos factores, no sólo económicos, sino también de sustitución de unos cultivos por otros que en ese momento tenían una mayor presencia o atractivo para los agricultores. Se han dado problemas de sanidad y enfermedades, pero tocamos fondo. Creo que hemos sido capaces de frenar el arranque de viñedos y, a partir de ahora, lo que queda es crecer. Se empiezan a ver nuevas plantaciones y que la tendencia es creciente. Pero queda mucho por hacer en cuanto a la mejora de la competitividad económica y la sostenibilidad ambiental, aunque se están dando los pasos en la dirección correcta y creo que la tendencia es ahora buena. La década del arranque del viñedo fue muy peligrosa porque estuvo a punto de poner en riesgo la sostenibilidad de un sector importantísimo para Córdoba.

“HEMOS SIDO CAPACES DE FRENAR EL ARRANQUE DE VIÑEDOS Y, A PARTIR DE AHORA, LO QUE QUEDA ES CRECER”

-El agroalimentario es uno de los sectores más importantes para la economía cordobesa, ¿en qué momento se encuentra?

–Es un sector con mucho potencial, pero no sólo el primario, sino todo lo que significa la cadena: la producción primaria con la transformación o la agroindustria, con toda la red de cooperativas que está presente en la provincia. Durante los años de crisis fue un sector que fue capaz de tirar de la economía cordobesa, se ha comportado perfectamente para poder compensar los déficits que eran evidentes en otros sectores y, ahora está en una época de consolidación de algunos sectores y de crecimiento de otros. Por ejemplo, el sector del aceite de oliva es magnífico, el regadío también e, incluso el vitivinícola. Si hay un sector que creo que está pasando por una situación más complicada es el de los cereales porque se está produciendo mucha sustitución de cereal por olivar y por cultivos permanentes como el almendro. La situación del sector es magnífica y no tenemos por qué ser pesimistas.

–¿Ha llegado la innovación ya al sector agrario?

–El campo cordobés ha sabido apostar por la innovación de forma clara y eso le da una posición competitiva, tanto económica como ambientalmente en relación a otra agricultura fuera de Córdoba. Eso se ha hecho por la alianza con las instituciones que nos dedicamos a la investigación y la innovación en Córdoba; creo que esa es la clave: el trabajo en común que siempre se ha hecho entre el sector y el ecosistema de innovación.

–Y esa innovación en el campo a la que alude, ¿cómo se traduce, como se aplica realmente?

–No es un cambio de la noche a la mañana, sino que debe ser progresivo y hay que trabajar muchos sentidos. El principal campo de trabajo que tenemos es la formación de los que integramos este entramado, desde el agricultor a los profesionales que tienen que acompañarle en la transformación digital. No podemos convertir al agricultor, ni creo que sea necesario ni conveniente, en un experto en digitalización. No es eso. Lo que hay que hacer es ayudar al agricultor a tomar las mejores decisiones basadas en la información que proporcionan las nuevas tecnologías digitales. Hay que reducir la barrera del conocimiento, que las empresas que están trabajando en tecnologías en el ámbito del sector agrario y agraolimentario reduzcan la barrera de conocimiento para que los agricultores puedan adoptar esas metodologías de forma fácil y tomar las decisiones más adecuadas en sus explotaciones y también acompañar de los profesionales que necesita este cambio. Como cualquier revolución, esto nos afecta a todos. Nosotros hemos tenido que adaptarnos a esta situación y estamos formando el nuevo profesional agrario o agroforestal.

“HAY QUE AYUDAR AL AGRICULTOR A TOMAR LAS MEJORES DECISIONES BASADAS EN LA INFORMACIÓN QUE PROPORCIONAN LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DIGITALES”

–¿Cómo va a repercutir esta transformación en el agricultor?

–No se trata de sustituir al agricultor, ni mucho menos. Se trata de ayudar al agricultor a tomar las mejores decisiones. El agricultor debe adaptar la forma de trabajar y de tomar decisiones para que en lugar de hacerlo intuitivamente, en base a mirar al cielo o ver qué le pueden decir unos u otros, que tenga datos que de verdad soporten la decisión que debe tomar.

–¿Y esos datos de dónde se obtienen?

–De muchas formas, pero también podemos conseguirlo con sensores próximos. Las explotaciones que están entrando en esta revolución digital están sensorizadas. Hay sensores en suelo o en vuelo que controlan la humedad del suelo o la situación que tiene el cultivo para indicar al agricultor las necesidades que hay de agua, los productos fitosanitarios o de fertilización. Es decir, qué necesita el cultivo exactamente. No hay que olvidar que tenemos un problema ambiental importantísimo. Lo que trata la agricultura de precisión es aportar exactamente lo que necesita y nada más para evitar que el agricultor incurra en gastos innecesarios para evitar agredir al medio ambiente en una situación tan crítica en la que estamos. Por tanto, los beneficios de esta transformación digital son dobles. Por un lado, el agricultor consigue una mayor rentabilidad porque estamos reduciendo costes y, por otro, tiene un beneficio ambiental porque estamos siendo mucho más eficientes en el uso de unos recursos cada vez más escasos, como el agua y respetando también el medio ambiente.

–¿El agricultor es reacio a aplicar toda esta tecnología o no?

–Creo que cada vez es más consciente. Por todos lados están llegando señales de que esta es una revolución que no es una opción para el agricultor. Ya no es un escenario opcional, sino que es una necesidad y una realidad. El agricultor es consciente porque cada vez está viendo que es posible y ve que no está solo. Hay muchas empresas y profesionales que van a acompañarle en este proceso y, además, es bueno para él. Con sentido común, esta revolución va a ser beneficiosa para todos. Hay que adaptarse a los cambios y nosotros, por ejemplo, hemos implantado el máster en Transformación digital de la mano de las empresas que están protagonizando la revolución digital para formar exactamente el profesional que ellas necesitan.

–Es decir, que quien se no se sume a esto se va a quedar fuera

–Entiendo que sí y que es imprescindible. No hay razones para quedarse fuera. Los beneficios son claros. Y el cambio es posible y asumible.

–La adquisición de esta tecnologías, ¿es asumible para el agricultor o no?

–Ya no. Hace unos años eran unas tecnologías que eran difícilmente asumibles por parte de un determinado sector, pero ahora lo económico no es una barrera. Sí que es verdad que esta barrera puede reducirse para permitir que muchos agricultores se adapten, pero también hay distintos grados de incorporación y hay que hacerlo con sentido común. El grado de incorporación a esta transformación, que cada agricultor quiera hacer, es posible porque la tecnología está y económicamente puede ser asumible.

–¿Qué papel ha jugado la Escuela de Agrónomos en los últimos 50 años en Córdoba?

–La Escuela ha tenido siempre una relación especial con su ciudad y su provincia. La Escuela nace de los agricultores de Córdoba y con otras instituciones que nos ayudaron a crecer. El Ifapa nos acogió inicialmente cuando no teníamos las instalaciones finalizadas y, además, no hay empresa agraria a la que mires que no haya tenido una relación con la Escuela; el cariño del sector empresarial hacia Agrónomos es enorme y viceversa. No nos limitamos a la producción primaria, sino que abordamos la aplicación de la tecnología a toda la cadena alimentaria, desde la producción hasta el consumidor y el comercio exterior. Abordamos también toda la realidad de los territorios rurales. El desarrollo rural también es un campo de actuación importante para los ingenieros agrónomos y de montes. Nuestra relación y el vínculo con toda la provincia es importante.

–Alude al desarrollo rural cuando esta parte de España se ha manifestado recientemente para subrayar su importancia y también dar a conocer sus necesidades. ¿Qué se puede hacer para revertir esta situación?

–Me gusta reivindicar siempre la función territorial que tienen la agricultura y los espacios forestales, ya que son capaces de fijar la población en territorios que lo necesitan. Son un elemento fundamental para luchar contra la despoblación, aunque eso no significa que solo con la agricultura se consiga frenar el despoblamiento. Hace falta también un acompañamiento en otras dimensiones. Para luchar contra el despoblamiento hay que ofrecer a la población que vaya a vivir en el medio rural el mantenimiento de las infraestructuras y los equipamientos a un nivel que les permita tener una calidad de vida razonable. Hay que ofrecerles escuelas, centros de salud, espacios de ocio, servicios de transportes públicos… Se han dado pasos importantes y, en Andalucía es claro el impacto que han tenido las políticas de desarrollo rural de los últimos años. Pero hay una España vaciada y hay un problema de todo tipo, territorial, económico, social y ambiental importantísimo. Hay que trabajar todos juntos y, entre todos, debemos intentar mantener a la población que hay en las zonas rurales y que no haya más pérdida, mientras que en las que ya se ha llegado al límite, hay que intentar revertir la situación para atraer a nuevos habitantes. Creo que la tecnología va a ayudar y es un magnífico aliado. Por ejemplo, con el teletrabajo. No me gusta mirar al medio rural como un medio atrasado, complicado o al que haya que ir a vivir cuando no queda otra opción, todo lo contrario. Me gusta hablar del medio rural como principal elección para buscar una calidad de vida que, a lo mejor, no puedes encontrar en los medios urbanos.

“LA AGRICULTURA Y LOS ESPACIOS FORESTALES SON CAPACES DE FIJAR LA POBLACIÓN EN TERRITORIOS QUE LO NECESITAN”

–Tras la celebración de su primer medio siglo de vida a lo largo del año pasado, ¿qué le queda ahora por hacer a la Escuela de Agrónomos?

–La celebración del 50 aniversario es el comienzo de los nuevos 50 años de la Escuela. Unos 50 años que veo muy optimistas porque nos toca liderar e impulsar una revolución importante para el sector. Volvemos a ser, no sólo la Escuela, sino también todos los organismos de investigación, muy necesarios para acompañar al sector agrario en una etapa de cambios importantísimos. En estos momentos estamos formando a unos profesionales para dar respuestas a los retos más importantes que tiene la sociedad: desde la alimentación a una población que crece de manera exponencial, con unos recursos cada vez más escasos, con un cambio climático, con el problema del despoblamiento, y la escasez de agua. Así que para dar respuesta a todos estos problemas están los ingenieros agrónomos, los de monte, que son profesionales muy versátiles y que abordan un abanico profesional enorme, pero centrado en estos temas cruciales para la sociedad. Por tanto, no estamos hablando de profesiones obsoletas, sino con mucho futuro porque son necesarias para la sociedad y porque tenemos unas tasas de empleabilidad altísimos y el desempleo es mínimo.

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