Ramón Recuero ha alcanzado más de 81.500 seguidores con su canal. Sus enseñanzas le han permitido devolver a la vida un pueblo abandonado de Toledo y preservar el conocimiento de las fraguas tradicionales
Ramón Recuero aún recuerda cómo el fuego y el martilleo de la forja de la Escuela de Arte y Oficios de Ciudad Real le llamaban a gritos cuando pasaba por la Plaza de la Provincia. Hipnotizado con 11 años, miraba por la ventana cómo el maestro Efraín creaba elaboradas formas a partir del hierro. “Un día me ofreció pasar y me dejó dar martillazos a un yunque”, relata Recuero, de 56 años y natural de Calzada de Calatrava (Ciudad Real). Nunca imaginó que aquella primera clase le cambiaría la vida. “Estuve tres años yendo todas las tardes de extranjis porque no tenía la edad para estar allí. Después, Efraín comenzó a enseñarme forja tradicional. Yo no me daba cuenta, pero lo que él trataba de hacer era dejar en un chaval todas las técnicas antiguas que se estaban perdiendo para preservarlas”, explica el herrero.
Tras 45 años investigando y trabajando el metal, Recuero controla las mismas técnicas que se empleaban hace más de 500 años y las enseña a través de Youtube. El éxito es tan grande que abrió una escuela presencial en su casa-taller en San Antonio (Toledo), un pueblo deshabitado que comenzó a llenarse tras la llegada del herrero en 1990. Desde entonces ha mantenido abierto un negocio de productos de forja artesana que, ahora, vende por Internet. Llegar ahí no le fue fácil.
“Al principio pensé que la forja no tenía futuro y decidí ir a la universidad, pero al poco tiempo me percaté de que había muchos alumnos para ser ingenieros agrícolas. Así que me fui a Toledo a practicar con otros herreros”, narra Recuero. Por entonces tenía 25 años. Empezó a viajar por España y el extranjero para aprender de otros profesionales del sector. Pero las grandes ciudades se le seguían haciendo pequeñas para tener un taller en el que continuar estudiando las técnicas antiguas. Decidió entonces irse a vivir a un pueblo vacío y abrir allí su negocio. “Buscaba un sitio abandonado por la idea de que fuera más económico y en el que me pudiera centrar en silencio”, cuenta. Rastreó varias provincias hasta encontrar una aldea de Toledo en el que establecer su nuevo hogar: San Antonio, un pueblo colonial de 16 casas a unos 20 kilómetros de Talavera de la Reina. “Me fui con 30 libros de forja, un yunque y un martillo”, resume.
Corrían los años 90 y la única familia que quedaba estaba realizando los planes para mudarse a otra ciudad más grande, con colegios y más alternativas laborales. Pero la llegada de Recuero les hizo cambiar de opinión y decidieron quedarse. A raíz de ahí, San Antonio empezó a ver cómo las casas abandonadas comenzaban a recobrar vida. “Poco después de alquilar una casa, conocí a otro artesano de Toledo que no tenía espacio para su taller y se animó a venirse a vivir al pueblo”, comenta. A este le siguieron un ceramista y un carpintero. “Hasta los hijos de los antiguos propietarios se están viniendo ahora a vivir aquí”, subraya el herrero.
La llegada de su negocio a dicha aldea toledana volvió a poblarse. Ahora las 16 casas albergan a unas 30 personas censadas. Este pueblo refleja el problema de la despoblación en las zonas rurales de España. En 2018 se registraron que en el país hay 14 localidades con menos de 10 vecinos, cinco de ellos en Castilla-La Mancha, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Uno de ellos, Illán de Vacas (también en la provincia de Toledo) es el que menos tiene, solo cinco habitantes.
Pero su felicidad en San Antonio no duró mucho. La crisis económica de 2008 también azotó a su forja. Los pedidos dejaron de llegar y no había trabajo suficiente para Recuero y sus dos trabajadores. Como él describe, el taller se volvió frío. “Dicen que los tiempos de crisis son tiempos de oportunidades, pero yo decía: ‘¿Dónde están?”, relata. Fue entonces cuando Recuero decidió comprar una cámara para subir vídeos a Youtube. “No lo había hecho en mi vida, pero quería colgar todas las técnicas que conocía para que no se perdieran”, narra. Tras grabar las primeras videolecciones en 2011, las visitas no dejaron de crecer: los primeros días, 50; luego 200, 2.000… y hasta un millón. A día de hoy, sus suscriptores superan los 81.500. Pasada la crisis, los clientes volvieron a crecer y su negocio de forja encontró un hueco sólido en el siglo del e-commerce.
Su teléfono comenzó a sonar de nuevo, pero esta vez para preguntar sobre las clases que daba por Internet. El impacto de sus vídeos le animó a abrir una escuela para las personas que quisieran aprender un oficio. “El que era un pueblo abandonado se llena ahora de los coches de los alumnos que vienen a los cursos”, dice entre risas. Los asistentes, seguidores de su canal online, proceden de todo el mundo: Hispanoamérica, Rumanía, Croacia, Dubái, Suecia, Noruega, Alemania, Inglaterra, Italia… población extra a los 30 vecinos de la pequeña localidad.
Recuero mira atrás y recapacita sobre cómo su llegada desencadenó que un pueblo destinado al abandono tuviera una segunda oportunidad y se llenase tanto de vecinos como de viajeros extranjeros. Por ello, está convencido de que abrir un negocio de artesanía en las zonas rurales es más que posible.”Es el momento de que la España vacía sea la España llena. Ahora mismo la comunicación ha pegado un salto enorme y vender por Internet te permite trabajar desde cualquier sitio”, afirma. Además, insiste en que en una ciudad es más difícil poder abrir un taller para hacer artesanía que en un pueblo pequeño. “Si estás trabajando en una cosa que no te gusta, parece que pagas una pena toda tu vida”, asevera. De cualquier forma, el herrero reconoce que hay que salir de los pueblos para realizarse y aprender, pero siempre regresar para vivir allí.
Su fama en Internet también le ha llevado a viajar para difundir sus conocimientos. Este último mes lo ha pasado en Chile dando conferencias de forja en las ciudades de Marchigüe (provincia de Cardenal Caro) y Punta Arena (en la Patagonia). Su sed de aprendizaje no se ha apagado desde que cogió un martillo con 11 años. Esa curiosidad por seguir investigando técnicas es uno de los pilares que intenta transmitir a sus alumnos. Por ello, dedica un par de días de cada curso a que los asistentes descubran cómo crear piezas que nadie les ha enseñado a elaborar. “Enseñar a sus alumnos a aprender por sí mismos”, un principio que marcó el camino de Recuero desde que el maestro Efraín le tendió la mano. “Ahora, esa ventana que me dio la posibilidad de aprender conocimientos, yo la he llevado a otro sitio: Internet”, dice.
Fuente: El País. Un reportaje de Julio Núñez y fotografía de Andrés Benítez