Lo han llamado el autobús de la repoblación. No pasa de los 80 kilómetros por hora, 50 en las cuestas, y desde principios de julio acumula ya más de 4.000 kilómetros. “Queremos crear sinergias, tejer una red de contactos entre los pueblos que se están moviendo”, explica Roberto Ortega, director de comunicación de El Hueco, una organización surgida hace ocho años en Soria para fomentar el emprendimiento social. Así que se hinchan de orgullo rural y lo exhiben visitando a quienes, como ellos, no se han rendido. El viaje terminará el 30 de octubre en Madrid. Antes, habrán ido a ferias, fiestas, festivales como el Sonorama o pueblos que organizan actividades coincidiendo con su llegada. Como en Urriés, donde prepararon unas jornadas para reunir a los vecinos de la comarca de Cinco Villas, a la que pertenecen. Un punto de partida para empezar a trabajar juntos, aprovechando los recursos que comparten, contagiándose de optimismo. Además, se presentó la tercera edición de Presura, la feria de repoblación organizada por El Hueco y que se celebrará en noviembre en Soria.
“La respuesta es espectacular. Si hace cinco años hubiéramos hecho esta ruta, la gente habría dicho que nuestro objetivo es imposible”, sigue Ortega. “El mundo rural se está levantando. Estamos generando un movimiento social que no sabemos hasta dónde llegará pero será muy importante en los próximos años”, sostiene. Pidieron prestado un autobús urbano de Burgos que ya estaba jubilado. Buscaron patrocinios —de empresas como Bankia, Cesce, Red Eléctrica de España o la Red Rural Nacional y la Fundación Biodiversidad—, lo tunearon y se lanzaron a la carretera.
“En los últimos cuatro años han venido unas 20 personas a vivir”, afirma el alcalde. Aproximadamente la mitad del municipio es pensionista. El resto, a excepción de la pareja del bar y del alguacil, trabaja fuera. “Nos hemos promocionado como un lugar para celebrar congresos. Pero además del turismo rural, queremos nuevos vecinos”, añade. Los últimos en llegar han sido un matrimonio y sus tres niños, “y son gente que residía por la zona, que sabe lo que es un pueblo y de verdad quiere vivir aquí”, celebra Soria. Él y su mujer también están deseando mudarse definitivamente, pero su trabajo como informático le hace pasar en Zaragoza más horas de las que les gustaría. Hasta que por fin consigan trasladarse. Eso es lo que distingue a Urriés, cuenta. “La unión y el vínculo de los vecinos. El entusiasmo”. El orgullo rural.
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