Allí fundó Espiciencia. Una pequeña escuela de educación científica para los niños del municipio: robótica, matemáticas, física, química, ingeniería… Bárbara recicló sus conocimientos para que los más pequeños crecieran comprendiendo la importancia de la divulgación científica.
Este proyecto de enseñanza privada extracurricular que estrenaron seis niños en 2010 y que ahora ya disfruta un centenar de alumnos ha transformado una de las zonas más despobladas del país en una comunidad científica infantil. Un proyecto educativo que, como muchos otros, también se ha visto afectado por la COVID-19, pero que ha continuado en marcha de manera ‘online’ e incluso ha aportado su granito de arena en esta crisis sanitaria. Espiciencia, en coordinación con la Universidad de Burgos, ha fabricado con sus dos impresoras 3D tanto viseras para mascarillas como los reclamados ‘salvaorejas’ para los sanitarios. Un material de gran valor en esta crisis y del que se han beneficiado tanto centros sanitarios, como residencias de ancianos o empresas de la zona.
Los pequeños no se han encargado directamente de realizar este material, pero sí han contribuido como mejor saben hacerlo, a través de la investigación, que les ha hecho conscientes de la importancia de seguir las medidas sanitarias para hacer frente al virus. Cada mañana durante estos dos últimos meses, Aymerich ha propuesto a sus estudiantes retos para realizar desde sus casas a lo largo del día. Desde indagar sobre cómo actúa el jabón para evitar un posible contagio, hasta la efectividad de las mascarillas según el tipo de material con el que se realicen. Para que los niños descubriesen por sus propios medios la importancia de protegerse adecuadamente, Bárbara les pidió que introdujesen líquido de algún color en un pulverizador, simulando el virus, y que lo proyectasen hacia un folio en blanco, pero interponiendo entre los dos elementos diferentes tipos de materiales con los que se podría realizar una mascarilla. Ya con el resultado del experimento recabado, y también con la ayuda de sus familiares, los pequeños pudieron fabricar sus propias mascarillas, hechas con el material que mejor había pasado el ‘corte’. También experimentaron con el jabón, aplicándolo sobre diferentes productos mezclados con agua, como ColaCao, pimentón, o bebidas refrescantes, para ver qué efecto tenía sobre los mismos. Así constataron la importancia de un buen lavado de manos, una medida esencial para evitar el contagio por coronavirus.Aunque la escuela ha tenido que reinventarse durante esta etapa, el objetivo sigue siendo el mismo:“abrir la mente” a los niños para que se den cuenta de que la ciencia “está en todo” y que, de esta manera aprendan a “amarla” mediante su aprendizaje, a través de la docencia, los experimentos de laboratorio, salidas al campo, visitas a museos científicos, charlas, participación en ferias y concursos científicos…
“Hay niños que en otras partes no encontraban su sitio o que ahora han descubierto una nueva pasión, se muestran realizados y además han formado una familia unida por la pasión por la ciencia”, abunda Bárbara.
“Piensas que ellos no van poder desarrollar un proyecto de bases lunares y, sí, lo hacen. Es una forma de abrirles las puertas al mundo”, explica, orgullosa. Entre sus pupilos hay incluso un aspirante a astronauta, Juan, que está totalmente convencido de que él será la primera persona que pise Marte y Bárbara tiene “la corazonada” de que así será: “Yo confío en él”.
“Hay niños que en otras partes no encontraban su sitio o que ahora han descubierto una nueva pasión”
Aunque sean muy pequeños “te sorprenden”, continúa su profesora, por la capacidad que tiene de entender conceptos complejos cuando están relacionados con algo que les interesa. Esto se traduce en proyectos como el dedicado al desarrollo de aplicaciones para bases en la Antártida, o para estaciones lunares, con el objetivo de utilizar materiales higroscópicos (que absorben humedad) para poder germinar semillas en Marte o en la Luna.
También han diseñado un vehículo de inercia, que pilotarán próximamente en una carrera en Burgos en competición con otros 19 centros de toda España. “Hemos diseñado un cohete con botellas, una impresora 3D y cartón, hemos introducido en su interior cámaras y sensores, y lo hemos lanzado. Cuando se queda en gravedad 0, estudiamos mediante una pantalla de ordenador cómo se se quedan suspendidas las partículas, ¡cómo los astronautas!”, enfatiza Bárbara.
EL MUNDOAllí fundó Espiciencia. Una pequeña escuela de educación científica para los niños del municipio: robótica, matemáticas, física, química, ingeniería… Bárbara recicló sus conocimientos para que los más pequeños crecieran comprendiendo la importancia de la divulgación científica.
Este proyecto de enseñanza privada extracurricular que estrenaron seis niños en 2010 y que ahora ya disfruta un centenar de alumnos ha transformado una de las zonas más despobladas del país en una comunidad científica infantil. Un proyecto educativo que, como muchos otros, también se ha visto afectado por la COVID-19, pero que ha continuado en marcha de manera ‘online’ e incluso ha aportado su granito de arena en esta crisis sanitaria. Espiciencia, en coordinación con la Universidad de Burgos, ha fabricado con sus dos impresoras 3D tanto viseras para mascarillas como los reclamados ‘salvaorejas’ para los sanitarios. Un material de gran valor en esta crisis y del que se han beneficiado tanto centros sanitarios, como residencias de ancianos o empresas de la zona.
Los pequeños no se han encargado directamente de realizar este material, pero sí han contribuido como mejor saben hacerlo, a través de la investigación, que les ha hecho conscientes de la importancia de seguir las medidas sanitarias para hacer frente al virus. Cada mañana durante estos dos últimos meses, Aymerich ha propuesto a sus estudiantes retos para realizar desde sus casas a lo largo del día. Desde indagar sobre cómo actúa el jabón para evitar un posible contagio, hasta la efectividad de las mascarillas según el tipo de material con el que se realicen.
Para que los niños descubriesen por sus propios medios la importancia de protegerse adecuadamente, Bárbara les pidió que introdujesen líquido de algún color en un pulverizador, simulando el virus, y que lo proyectasen hacia un folio en blanco, pero interponiendo entre los dos elementos diferentes tipos de materiales con los que se podría realizar una mascarilla. Ya con el resultado del experimento recabado, y también con la ayuda de sus familiares, los pequeños pudieron fabricar sus propias mascarillas, hechas con el material que mejor había pasado el ‘corte’. También experimentaron con el jabón, aplicándolo sobre diferentes productos mezclados con agua, como ColaCao, pimentón, o bebidas refrescantes, para ver qué efecto tenía sobre los mismos. Así constataron la importancia de un buen lavado de manos, una medida esencial para evitar el contagio por coronavirus.
Aunque la escuela ha tenido que reinventarse durante esta etapa, el objetivo sigue siendo el mismo:“abrir la mente” a los niños para que se den cuenta de que la ciencia “está en todo” y que, de esta manera aprendan a “amarla” mediante su aprendizaje, a través de la docencia, los experimentos de laboratorio, salidas al campo, visitas a museos científicos, charlas, participación en ferias y concursos científicos…
“Hay niños que en otras partes no encontraban su sitio o que ahora han descubierto una nueva pasión, se muestran realizados y además han formado una familia unida por la pasión por la ciencia”, abunda Bárbara.
“Piensas que ellos no van poder desarrollar un proyecto de bases lunares y, sí, lo hacen. Es una forma de abrirles las puertas al mundo”, explica, orgullosa. Entre sus pupilos hay incluso un aspirante a astronauta, Juan, que está totalmente convencido de que él será la primera persona que pise Marte y Bárbara tiene “la corazonada” de que así será: “Yo confío en él”.
“Hay niños que en otras partes no encontraban su sitio o que ahora han descubierto una nueva pasión”
Aunque sean muy pequeños “te sorprenden”, continúa su profesora, por la capacidad que tiene de entender conceptos complejos cuando están relacionados con algo que les interesa. Esto se traduce en proyectos como el dedicado al desarrollo de aplicaciones para bases en la Antártida, o para estaciones lunares, con el objetivo de utilizar materiales higroscópicos (que absorben humedad) para poder germinar semillas en Marte o en la Luna.
También han diseñado un vehículo de inercia, que pilotarán próximamente en una carrera en Burgos en competición con otros 19 centros de toda España. “Hemos diseñado un cohete con botellas, una impresora 3D y cartón, hemos introducido en su interior cámaras y sensores, y lo hemos lanzado. Cuando se queda en gravedad 0, estudiamos mediante una pantalla de ordenador cómo se se quedan suspendidas las partículas, ¡cómo los astronautas!”, enfatiza Bárbara.
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