¿Es consciente la sociedad -mayoritariamente urbana- del coste de oportunidad de abandonar los pueblos y el medio rural? Estamos renunciando a tener algo bueno, no por no tener algo mejor, sino por algo peor. Las zonas urbanas no son siempre la solución, no se trata de convertir los pueblos en ciudades. Se confía en la capacidad asistencial de la ciudad, sin embargo, sus recursos son muy limitados. La ciudad, a veces, te vuelve preso, empaña la vista y ciega ante otras perspectivas, que existen, y que te están esperando en el medio rural.
Para lograrlo, hay que hacer las cosas distintas para conseguir resultados distintos. Las recetas de toda la vida ya no sirven; la política está encasillada, los ciudadanos estamos aletargados; los problemas no se están resolviendo, sino agravándose.
Es la sociedad en su conjunto la que debe decidir el rumbo de nuestros territorios. Es algo que no se debe dejar en manos únicamente de decisiones políticas. Valoramos de forma positiva e incluso con esperanza los pasos que se están dando en esa dirección, al igual que en períodos anteriores criticábamos la ausencia de medidas: en cualquier caso, hasta la fecha, no se ha conseguido revertir la situación.
El medio rural es capital social, económico, cultural y natural. El alma de las comarcas y municipios rurales son sus habitantes. Vivimos en una utopía sobre la vida social; imaginamos que los mercados funcionan de manera autónoma, como una realidad que es posible imaginar disociada del medio en el que se produce. Y las materias primas… se producen en el medio rural pero, ¿somos conscientes de ello? Nuestra respuesta a quien atesora nuestros bienes es el abandono: asumimos y minimizamos el hecho de que, cada hora, siete personas dejan de vivir en nuestros pueblos. El abandono de pequeños municipios ha sido tan constante y llamativo que éste ha alcanzado cierto grado de normalidad estadística, al igual que los incendios, la falta de servicios básicos… lo que nos lleva a una situación inadmisible, insoportable para la sostenibilidad de cualquier territorio.
Hemos rescatado a los bancos y, como premio, cierran sucursales en los pueblos y penalizan a la población dejándoles sin cajero (casi tres millones de españoles no tendrán acceso a dinero en efectivo en 2025). Como sociedad, ¿podemos consentir eso? Y, ¿sabemos qué piensan los habitantes rurales -auténticos superhéroes- de su exclusión financiera? Estamos mirando hacia otro lado ante esta realidad, es un “elefante en la habitación” con el que convivimos, pero contra el que no hacemos nada.
Sentimos que la sociedad, consciente o no, de esta catastrófica situación, nos da la espalda. Cada vez que se cierra un pueblo, una grieta se produce en la orografía de nuestro país; se pierde parte de nuestra identidad, cultura, valores y arraigo. Nuestra cultura es el valor más importante que poseemos; nuestros campos, nuestra agricultura, silvicultura, artesanía, sabores y saberes… no tendrán mañana un recambio si hoy los perdemos. Nos han hecho creer que las reivindicaciones por parte de la sociedad civil que vive o trabaja por y para el medio rural pasan siempre por la financiación, pero desde REDR consideramos que la solución o las posibles múltiples soluciones se aproximan más a una cuestión de voluntades, a una mejor conexión con la realidad y a un mejor conocimiento sobre la vida en el medio rural.
No estamos llamando ignorantes a los habitantes del medio urbano. Su forma de pensar es fruto de la falta de información sobre las consecuencias de no priorizar medidas que ayuden a combatir la despoblación y la escasez de servicios e inversión pública en el medio rural. No nos engañemos, vivimos en un falso evolucionismo social, en el que la idea de progreso tiene muchos prismas diferentes. Al final, el debate sobre la supervivencia del medio rural ha llegado a la agenda política, pero lamentablemente no ha calado aún en la escena pública, en el corazón de la sociedad. Y la pregunta es si estamos aún a tiempo de encontrar una solución.
Los territorios rurales también tenemos orgullo; no queremos clemencia, ni paternalismos, queremos convencer a la sociedad en su conjunto de que aún podemos hacer algo: No es demasiado tarde para dar una nueva oportunidad a nuestros valiosos pueblos. Queremos un compromiso firme por parte de la sociedad. Apelemos al sentimiento de pertenencia -algo que nadie nos puede quitar- representado por tradiciones, hábitos, valores, emociones y pensamientos. Nuestro país son pueblos, folclore, gastronomía, paisaje y paisanaje; si abandonamos a nuestros propios territorios, España irá a la deriva. No podemos permitirnos abandonar el medio rural porque, ¿de qué comeremos, como respiraremos? ¿Qué pasa con el agua, la energía, los suelos? ¿Y con nuestro ocio, nuestra cultura, nuestro folclore, nuestros ancestros? La balanza ya está demasiado inclinada, hagamos un esfuerzo en buscar un equilibrio.
Las medidas que se pongan en marcha pueden ser innovadoras pero, si no calan en la sociedad, solo serán parches y parcheados ya estamos, geográficamente hablando. Cambiemos nuestra actitud, nuestro modo de pensar: pensemos que somos todos iguales, que tenemos los mismos derechos, que vivir en el medio rural es un privilegio, que son afortunados quienes pueden trabajar en ese medio y disfrutar de lo que aporta. Que todos somos libres de elegir iniciar un proyecto de vida en el medio rural en que el acceso a la educación, el empleo, la sanidad, el transporte… no se convierta en un impedimento para cumplir nuestro sueño.
Y como está de moda asumir retos… desde REDR lanzamos uno: que todos los ciudadanos de las grandes ciudades pasen una semana en el medio rural compartiendo experiencias y conocimientos, dándose la oportunidad de desarrollar su potencial en otros escenarios o de vivir otras experiencias con un aprendizaje experimental… y cuéntanoslo vía twitter: #rural
Artículo escrito por María José Murciano Sánchez y Secundino Caso Roiz son, respectivamente, gerente y presidente de Red Española de Desarrollo Rural (REDR). Publicado en El Mundo