Estos días de otoño tengo la sensación de que alguien (persona, organización o institución) ha terminado de vendimiar en España y tiene tiempo para organizar todo tipo de eventos (tercera acepción: suceso importante y programado…) sobre la despoblación. Yo mismo me he dejado liar para participar en uno el día 27 en Sigüenza.
Hay para todos los gustos: ahora se presenta un documental largo, “Barbecho” (“Un fiel retrato del despoblamiento rural”), luego La Sexta televisión nos lleva a conocer el modelo de desarrollo rural escocés, ayer se celebró la feria Presura en Soria y mañana Manuel Campo Vidal, veterano periodista, participa en Lugo en el foro “Soluciones inteligentes contra la despoblación” para mostrar que esta “inmerso en la cruzada de buscar soluciones para la sangría demográfica” y que a pregunta del periodista acerca de esta cruzada responde: “Yo soy hijo de la España vaciada. Lo voy a poner en mi currículo”. Hasta este punto hemos llegado. ¡Señor, ¿qué he hecho yo para merecer esto?!
La despoblación rural esta de moda en este país. Ahora, con cuarenta años de retraso, “vamos tarde. Pero la batalla aún no esta perdida”, dice Campo Vidal. A lo mejor es que él acaba justo de llegar ahorita mismo al asunto y esta pletórico de energía para conseguir parar “la sangría” ¡Menos mal! Porque algunos estamos cansados de denunciar, protestar, mostrar los errores, hacer cosas diferentes, trabajar, reivindicar… (Le invito a leer el libro Donde viven los caracoles) y lo que procede es que nos retiremos a descansar tranquilos porque “la lucha contra la despoblación” sigue y sigue en muchas y diversas manos. ¡Nunca se lo agradeceremos bastante!
“Es fundamental que se produzca una gran alianza de todos los Gobiernos de todas las Administraciones…”, propone Campo Vidal. Mientras se ponen a ello vayamos haciendo nosotros algunas cosas por nuestra cuenta porque sabido es que son lentos, muy lentos y seguro que seguimos acumulando retraso. Ya he escrito que soy muy escéptico con este asunto y que prefiero las pequeñas iniciativas locales y el trabajo en red de personas y de pueblos, a las grandes declaraciones, programas, presupuestos, planes estratégicos, organizaciones y a estos nuevos saraos que se organizan por ver de llenar los pueblos de gente.
He repetido varias veces que me gustan más los liderazgos colectivos locales que los programas Leader y más que los nuevos líderes que levantan, ahora sí, la bandera de la lucha contra la despoblación. También he escrito que no me gusta ni lo de vacía, ni lo de vaciada, ni lo de llena, ni lo de llenada. Que cada vez me parece más torpe insistir en lo que separa lo rural y lo urbano, en vez de subrayar lo que los une y que lo mismo me da a estas alturas el pueblo que la ciudad (o al menos alguna ciudad) cuando se habla de esto (Le invito a leer en este blog “La ciudad vacía”).
Muchos de los nuevos líderes del movimiento contra la despoblación rural en España levantan la bandera de la conectividad (banda ancha hasta el último rincón), o la de la discriminación fiscal positiva, o la del mantenimiento y garantía de la prestación de servicios básicos en sanidad, educación y asistencia social, o la de la mejora de las infraestructuras de transporte y comunicación y otras muchas banderas que reivindican cosas y cambios que sin duda quienes habitamos los pueblos necesitamos.
Cuando los escucho o leo echo en falta que no digan algo sobre: cambiar el modelo de producción agraria y de consumo, el modelo de crecimiento y desarrollo, el despilfarro y mal uso de las ayudas de la PAC, … vamos que me sorprende que no cuestionen algunas de las bases del modelo que desde hace muchos años ha llevado a los pueblos al punto del que ahora todos parece que los quieren sacar. Veo a pocos enarbolar esta bandera.
“Hay muchas formas de gastarse unos fondos estructurales de la Unión Europea para desarrollo rural. Se puede crear una red de universidades, como en Escocia; impulsar proyectos de turismo sostenible, como en Finlandia; o acondicionar un centro de interpretación sobre las caras fantasma de Bélmez, como en España”, escribía David Brunat en El Confidencial.
Últimamente parece que hemos descubierto Escocia como referencia para “hacer las cosas bien” en esto del desarrollo rural y nos llueven las comparaciones mayormente resultado de viajar, ver y comparar. Unos con más tiempo y otros con menos, allí van comisionados políticos y técnicos, investigadores académicos, periodistas… y cuando vuelven nos ponen a Escocia como ejemplo.
Yo salgo poco del pueblo y por eso carezco de este tipo de referencias comparativas y tengo que guiarme por otras. Por ejemplo, he leído el “United Kingdom – Rural Development Programme (Regional) – Scotland 2014-2020” para ver en qué se gastan el dinero propio y el que llega desde la Unión Europea (1,52 billones de euros para el periodo, distribuidos así: 844 millones de euros del presupuesto de la UE, incluidos 335 millones de euros transferidos del sobre para pagos directos de la PAC, y 338 millones de cofinanciación nacional más 12 millones de recargas de financiación nacional adicionales. Objetivos prioritarios: crecimiento y creación de empleo).
Es un buen ejercicio el análisis comparado de este PDR con el de España (PNDR) o con los PDR de cada Comunidad Autónoma, por ejemplo, aunque es mucho más cansino y aburrido que viajar a Escocia. Eso sin duda. Pero si se hace este ejercicio se comprobará, entre otras cosas:
En España tenemos otra forma diferente de redactar, gestionar y evaluar los PDR. Supongo que quienes miran hacia Escocia son conscientes de todo lo que hay que cambiar. Ni pensar quiero que hagamos algo tan propio en nuestra historia como “coger el rábano por las hojas” y ahora levantar con fuerza al viento “la bandera de la banda ancha, la conectividad que dicen en Escocia” y solo esta bandera olvidándonos de lo demás, y dale con la banda ancha en esta charla, en aquella ponencia y en varias mesas redondas que todo es poco para tener internet a pie de cuadra.
O por ejemplo eso que también se lleva por el norte “el orgullo rural escocés” y nos dé por partirnos la cara con quien nos afee lo de llevar boina, por ejemplo, porque no entiende que nos sintamos orgullosos por ser y vivir en un pueblo. O que nos quedemos, únicamente, con la bandera de poner en nuestro currículo que somos de pueblo y que cuando nos pregunten por todo lo demás contestemos a la riojana ¡Qué chorra más da!
He creído entender, al leer estas cosas de lo rural en Escocia, que el orgullo rural escocés es algo así como que Edwin que vive en Achnasheen, en las Tierras Altas, o Maggie en la Isla de Eigg (a la que conocí el otro día en la tele), te mire a los ojos mientras compartes un vaso de vino de la cooperativa de mi pueblo y te diga: Emilio estoy orgulloso de vivir en un pueblo en el que he podido comprar a un precio razonable una casa cómoda, un pueblo que es autosuficiente energéticamente porque se produce toda la energía que necesita, porque puedo desplazarme a las ciudades con aeropuertos o puertos de manera fácil y barata cuando lo necesito, tengo conexión a internet sin problemas, están cubiertas mis necesidades de asistencia médica, social y educativa, mi pueblo participa en la red de colegios y universidades rurales y hay una escuela independientemente del número de niños que aquí viven, estoy orgulloso de vivir y de trabajar en un pueblo en uno de los proyectos locales que estas universidades rurales han animado y tengo acceso a los cursos de formación que considero necesarios. ¡Ah! También te puedo invitar a tomar algo en alguno de los bares, restaurantes y hoteles que hay aquí, si te vienes y nos conocemos.
Fuente: El Diario Rural