“Las emprendedoras estamos ganándonos el respeto de la sociedad”

Patricia y Ana García Prieto están al frente de patatas fritas Umbrete, uno de los productos alimentarios más reconocidos del Aljarafe-Doñana


“Las emprendedoras estamos ganándonos el respeto de la sociedad”

Patata, aceite y sal, de la mejor calidad. Sin conservantes ni condimentos. Elaborados a través de un proceso de producción de excelencia y mucho respeto por un oficio que en esta casa es sinónimo de familia, fuerza y amor. Esas son, sin lugar a dudas, las claves de uno de los productos alimentarios más reconocidos y mejor valorados del Aljarafe-Doñana, las “patatas fritas Umbrete”.

Patricia y Ana García Prieto

Detrás de esta marca, “orgullo y bandera de Umbrete”, como ellas reconocen, están las hermanas Patricia y Ana, desde muy pequeñas vinculadas afectivamente a esta empresa familiar de segunda generación, a la que decidieron consagrarse en cuerpo y alma hace ya algunos años, cuando sus padres emprendieron el camino hacia la jubilación.

“Esta empresa lo es todo para nosotras”

“Es una satisfacción muy grande continuar el legado empresarial que heredamos de nuestros padres. Esta empresa lo es todo para nosotras, y yo personalmente tuve la opción de hacer otras cosas. De hecho, las hice. Pero me daba mucha tristeza estar delante de un ordenador, trabajo para el que estudié. Decidí quedarme aquí, donde realizo un trabajo físico, pero me gusta mucho más”, explica Patricia.

Esta emprendedora rural comienza su jornada de trabajo a las 5:30 de la mañana, y junto a su hermana, elabora una producción diaria de aproximadamente 1000 kilos, siempre “bajo pedido, para conservar la frescura y calidad de la patata, algo que nos caracteriza”, apunta. “Hay que tener en cuenta que tienes que freír 4 kilos de cruda para sacar 1 de frita”, lo que multiplica el precio de producción y el trajín diario en la fábrica del umbreteño polígono La era empedrada.

patatas fritas 2

“Hace muy poco nos planteamos cerrar”

Precisamente debido a la inflación de la materia prima y de los costes de suministros, las hermanas García Prieto estuvieron hace muy poco a punto de cerrar. “Nos planteamos cerrar. No encontrábamos aceite, y donde antes te gastabas 900, ahora eran 3500. Una inflación insostenible. Tuvimos que subir el precio del paquete de patatas, aunque tampoco tanto porque hay mucha competencia. Y tirar de nuestros ahorros y de la ayuda de nuestros padres para poder subsistir. Tener abierta la fábrica nos costaba dinero. Fueron meses muy duros. Ahora vamos ahí, con la lucha. Son momentos de trabajar muy duro, como casi siempre”.

Pese a todo, Patricia anima a las mujeres que estén pensando en emprender “a que vayan a por todas si es realmente algo que les apasiona”. “No es lo mismo trabajar para ti que trabajarle a alguien. Sí, es duro. Pero la satisfacción de trabajar para ti misma y hacer algo que te gusta, te engrandece”.

Obstáculos por razón de género y juventud

Por otro lado, afirma, “es un camino lento, pero se están dando pasos. Las emprendedoras estamos ganándonos el respeto de la sociedad. En mi caso, concretamente, cuando me hice cargo de la gestión con los productores, la mayoría entonces agricultores mayores, y me di cuenta de que no estaban acostumbrados a hacer tratos con mujeres, y mucho menos jóvenes”.

“Al principio me tuve que poner más seria, más dura. Hasta que me hice mi sitio. A nosotras nos han educado para callar y dar la razón o cambiar de tema… Pero a veces es necesario otra estrategia. En este sentido, nuestros inicios pueden ser referentes para otras mujeres. Somos nosotras, las emprendedoras rurales, las que tenemos que ir dando los pasos, y en firme. Aunque sean pequeños. También aconsejo tener principios sólidos, ideas claras, nunca pisotear a nadie, ir de frente y luchar por lo que es tuyo”.

Tener referentes emprendedores femeninos también ha sido una ventaja, asegura Patricia. “Nuestra madre y nuestra abuela han sido una inspiración para nosotras. Mi abuela, que se quedó viuda con 35 años y al cargo de 5 niños, y que trabajó durante años de cocinera en un colegio de Sevilla, siempre me decía que no dependiera de ningún hombre. Y mi madre ha sido todo un referente empresarial y de lucha”.

Fuente: GDR Aljarafe-Doñana. Un reportaje de Rocío Gómez

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